Un colega del trabajo y compañero de la universidad me envío una columna de Daniel Samper Pizano, como siempre lúcido, sobre el respeto al maestro. Lo que dice la columna es cierto y yo hoy quisiera agregar algunas cosas al respecto de la situación de los maestros y su relación con los alumnos.
En el pasado, cuando yo estudié en el colegio y en la universidad, estaba claro que uno podía controvertir a un profesor o exigirle algunas cosas mientras esto se hiciera dentro del respeto, la justicia y las normas de convivencia institucionales. Hoy las cosas no son así. Los estudiantes son ahora clientes y los profesores proveedores de servicios que deben satisfacer al cliente que paga por el servicio. Así las cosas, la educación perdió la mística, la intención de formar seres para salir al mundo laboral o académico es solo una ilusión. Además de esta pérdida de la mística y la mercantilización educativa antes descrita, está la política de la promoción automática, nociva y vergonzosa que busca evitar la deserción a costa de bajar la calidad y pasar a todo el mundo en el colegio, con sus consiguiente resultado en la universidad: estudiantes que lo ignoran todo, jóvenes a quienes el colegio les sirvió solo para socializar pero en ningún momento aprendieron nada. Por otro lado, está la cuestión salarial de los profesores. Está es una de las profesiones peor pagadas en el país. Y lo digo porque la gente cree que el profesor no dedica tiempo a calificar, a preparar clase, a leer documentos complementarios, y otros ejercicios indispensables para una buena docencia, que ocupan tiempo que casi nunca es reconocido con el sueldo. Además, en estos tiempos el profesor debe ser capaz de hacer no solos tareas pedagógicas sino también administrativas, eso es parte de la flexibilización laboral.
Así que el profesor, además de pasar a todo el mundo así no reúna los requisitos mínimos, debe tener un nivel de asertividad altísimo de manera que al amonestar a uno de sus estudiantes, o al hablar con algún padre de familia, no lesione ni el libre desarrollo de la personalidad, ni el derecho a la educación ni ningún otro derecho. Pues ahora educar es un asunto que tiene fronteras con lo jurídico en cualquier momento ud como profesor puede ser demandado, así que ojo con lo que dice y a quién. En este mismo aspecto los profesores deben aguantar en silencio, casi siempre, las faltas de respeto de sus estudiantes, pues al final son ellos los que dan la plata del sueldo del profesor.
Mientras las cosas en educación sigan así, el país seguirá donde está, mientras los profesores no sean bien remunerados, reconocidos y respetados, será difícil que las cosas en el país se transformen desde el fondo. Mientras el gobierno se siga preocupando por feriar la plata de los contribuyentes entre los ricos y no en cuestiones importantes como la calidad de la educación y las oportunidades de formación en pregrado y posgrado de los docentes, a este país se lo comió el marrano como diría Martín de Francisco.
PSICÓLOGA PONTIFICIA UNIVERSIDAD JAVERIANA
MAGISTER LITERATURA HISPANOAMERICANA INSTITUTO CARO Y CUERVO
Columna publicada hoy miércoles 11 de Noviembre ne la diario El Nuevo Día de Ibagué
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