Parece una diferencia tonta pero con el paso de los días me doy cuenta que es importante y descubro que en el país somos muchos los que simpatizamos y pocos lo que militamos. Estas dos palabras las tomo en el sentido político aunque pueden referirse también a lo religioso, por ejemplo. Mucha gente dice que es del Polo, por ejemplo, porque como me sucede a mí, las ideas de ese partido le parecen más lógicas, mejor argumentadas, etc. Eso se llama simpatizar. Tener afinidad con un ideario. La simple simpatía no exige ningún ejercicio activo ni tampoco la plena convicción de las ideas. Simpatizar con un partido político le da a uno el espacio para la duda y la crítica.
Pero militar es otra cosa. Militar en un partido político o en una orden religiosa, es una tarea que requiere compromiso no solo ideológico, sino de trabajo. Es decir, quien milita en un partido debe participar de la organización de éste, debe ser activo y colaborar con tiempo o dinero, o con las dos, para hacer que el partido se movilice. La militancia a diferencia de la simpatía, se trata de un convencimiento total de las ideas que se ve reflejado en prácticas cotidianas que son coherentes con lo que pregona el partido. Además la militancia funciona con un orden jerárquico en el que se van escalando posiciones de acuerdo al trabajo que se realice. Un partido político requiere mucho trabajo y por eso es fundamental que existan militantes que colaboren con el partido y que a su vez sean una red de colaboradores sólida que se ayude no solo para los asuntos del partido sino para otras cuestiones de la vida cotidiana. Esta red sólida, casi como una mafia, busca también que puedan captar más adeptos que se le midan a la militancia, un ejercicio muy exigente.
La militancia exige, desde mi punto de vista, la convicción total de las propuestas de un partido y además la vivencia de esas ideas en la vida cotidiana. Así que siempre será más fácil simpatizar que militar. Creo que por eso nuestros partidos son débiles porque no hay la suficiente convicción que haga posible la práctica de las ideas, porque en la realidad funcionamos como el dicho: “al son que me toquen bailo” y así es imposible que los partidos crezcan se transformen y se conviertan en una posibilidad real de cambio. Mientras la mayoría sigamos en el nivel de la simpatía sin pasar al ejercicio militante, no dejaremos de ser meros observadores del escenario político. Además permitiremos así que sean siempre los mismos quienes ocupen los cargos, quienes sean voceros porque no podremos convertirnos en una posibilidad dentro de un partido porque no asumimos ningún compromiso, ninguna responsabilidad, ningún tipo de liderazgo.
La política es un escenario que exige compromiso serio y trabajo constante, pero mientras esta dimensión humana siga siendo vista como un negocio como la posibilidad de tener plata, la cosa seguirá como va: “De culo pal estanco”
PSICÓLOGA PONTIFICIA UNIVERSIDAD JAVERIANA
MAGISTER LITERATURA HISPANOAMERICANA INSTITUTO CARO Y CUERVO
Columna publicada hoy miércoles 25 de noviembre en el Diario El Nuevo Día de Ibagué
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