El fin de semana pasado se celebró el día del profesor. Y ayer mientras iba en la buseta hacia mi casa hice un viaje por mi vida y recordé a los profesores que me marcaron. Debo decir que en el viaje nostálgico, no el de la buseta, aparecieron no solo profesores buenos o cariñosos, o inteligentes, sino también profesores malos, brutos y perezosos. Pero en este post quiero hacer un homenaje muy sentido a los profes que durante mi vida me dieron tanto de ellos, me mostraron nuevos horizontes, me enseñaron disciplina, rigor, constancia, organización, me hicieron mirarme a mí, ver mis talentos y continuar sin dudas.
En primaria recuerdo a mi profesora de primero, Milena Zuleta tenía una paciencia infinita para intentar que yo entendiera eso de las regletas de colores para aprender a sumar. No quisiera defraudarla ahora, pero las regletas me parecían divinas pero nunca me sirvieron para hacer ninguna operación aritmética. También recuerdo a Leito la directora de mi colegio de primaria el Liceo Eugenio Pacelli y a Glorita la profe de pintura que al tiempo que nos daba clase con banda sonora de Canticuentos y acuarelas de miles de colores, diseñaba los vestidos para las presentaciones del grupo de ballet que eran bellísimos.
Al pasar al bachillerato debo recordar con risa ahora, pero con mucho miedo en ese momento, al profesor de álgebra y trigo Glendel H Fyne. Un negro made in San Andrés con rabo de exponer, que se encargó de que yo nunca entendiera nada de esas materias, que me atemorizara, llorara y que una vez me tomara unos tranquilizantes de muestra que le habían dado a mi mamá porque en una clase se dedicó, en exclusiva y en público, a decirme bruta delante del curso porque no podía dibujar la gráfica de la tangente porque estaba muerta del susto.
Como olvidarme de Sor Fany y sus clases de sociales, los mapas la geografía y la historia que hoy sé, se las debo a ella además era un ser humano bellísimo llena de paciencia, de ternura pero exigente. Como olvidarme de Isabel Mercedes y sus clases de inglés, eran buenísimas y fueron mi base para la universidad. Jamás me olvidaré de job. Y no podré olvidarme jamás de Luz Edith la profesora de español que nos hacía unos esquemas maravillosos sobre los géneros literarios, sobre la evolución del español y además cantaba divino. Y qué decir de las clases de filosofía con Sor Teresa y Sor Tesoro. Mi claridad sobre los griegos, sobre el medioevo y la línea del tiempo se las debo, porque fueron insistentes en eso. Recuerdo la frescura de Chico Escárraga el profe de química. Cómo me encantaba hacer enlaces y ecuaciones, fui feliz con los experimentos y las comprobaciones en el tablero.
Del colegio tampoco olvidaré a Luz Helena que me dio sociales y me enseñó tanto de griegos y romanos, y a Águeda Torres que me enseñó sobre genética, sobre células, sobre como hacer las cuentas de la regla y otras cosas de biología que aún me siguen apasionando.
En
De la maestría en el Caro inolvidables Diógenes Fajardo y Helene Pouliquen. Ambos compartían la pasión por enseñar, por la literatura y la disciplina de quien se dedica a investigar. Diógenes era paternal pero a la vez muy exigente y Helene tenía un sentido del humor ácido que me encantaba. Jamás terminaré de agradecerle a Helene su confianza en mí en mi tesis y su lucidez para mirar a latinoamérica. No puedo dejar de mencionar aquí a Fernando Charry Lara que con su humildad, su ternura, su voz hermosa para recitar, nos hizo querer la poesía hispanoamericana y la poesía de la generación de Mito.
A todos los mencionados en este post y también a quienes se me olvidan pero me dieron valiosas enseñanzas, mil gracias. Espero que quienes estudiaron conmigo tengan buenos motivos para recordar y reír hoy.
3 comentarios:
Uy pero se olvido del pegante de calderon mamita, con sus "caracteristicas". Merce
No señora merce no me olvide dle pegnate y mucho menos de cosas como "manzanita equis" o peor la esvarabasis!!! Pero no merce es que lo del pegante y si es que es asqueroso un abrazo
Hola, Mariana. Yo también cursé la Maestría ( no tengo el título por..digamos, una injusticia de la vida). Quiero decirte que coincido con tus apreciaciones sobre esos valiosos profes. Me alegra saber que siguen allí, brindándose, "contagiando.
Patricia Pandullo
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