viernes, 28 de agosto de 2009

A qué va uno a la universidad: algunos aspectos pendientes


Dado que prometí continuar con el tema, antes de empezar con las soluciones debo primero considerar otros aspectos del diagnóstico de la situación en general. Debo decir entonces que para los jóvenes de la universidad no es, como lo fue para mi generación, el único camino a seguir luego de acabar el colegio. Hoy en día con la globalización y su derrumbamiento de fronteras, para los jóvenes puede llegar a resultar mas atractivo y más productivo, viajar, aprender idiomas, conocer y vivenciar culturas diversas, que sentarse a recibir clases durante cinco años. Los muchachos de hoy tienen otras alternativas de aprendizaje que no se quedan en las aulas. Por eso creo que muchos de ellos pueden sentirse algo aburridos en las clases. Creo también que el paso de los años ha transformado la relación profesor-estudiante. El fenómeno de la mercantlización de la educación ha hecho que esta relación se convierta en una relación entre prestador de un servicio- cliente.
Son ellos, los estudiantes-clientes, los que con sus apreciaciones definen quien es buen profesor y quien no. Así las cosas entonces, los estudiantes ya no son personas que están en busca del conocimiento, que tiene grandes curiosidades, que quieren formar su pensamiento, que quieren dudar y que quieren construir su forma propia de entender el mundo. Ellos solo son clientes que esperan que el profesor sea quien les de el conocimiento necesario de la forma más sencilla posible, sin que ellos hagan ningún tipo de esfuerzo, y ojalá que sea un conocimiento cierto, lejano a la duda y la sospecha, para que así ellos no tengan que esforzarse en pensar. Según lo anterior, para los jóvenes que hoy están en las aulas universitarias, la educación es un servicio por el que ellos Dejémonos de sueños hippies. Antes en los 60, en los 70, hasta en los 90 acá en Colombia, con el movimiento de la Séptima Papeleta, había muchas esperanzas en que fueran los estudiantes, los jóvenes, las nuevas cabezas, quienes reformaran el país. En los 60, en la Primavera de Praga y en el mítico Mayo del 68 Francés, fueron los estudiantes universitarios los que transformaron la visión del mundo. Fueron ellos los responsables de cuestionar el orden y tener la intención de plantear un orden diferente. Hoy en día esto es solo un sueño. La mercantilización de la educación en la que el profesor es un prestador de un servicio y el estudiante un cliente que debe ser satisfecho, no permite que se conciban las relaciones de maestro- discípulo que eran posibles años atrás. El respeto por el profesor, por su saber y por su experiencia, no son hoy lo que eran. Hoy el profesor es evaluado por los estudiantes y en muchas universidadespagan sumas altas o altísimas en algunos casos, y ese servicio debe satisfacer sus necesidades. A los muchachos de hoy no les interesa el cuento de la formación, ellos quieren información para poder salir al mundo laboral y ganar bien para así recuperar la inversión y darse lujos.
Creo que los estudiantes de hoy son seres que están interesados en cuestiones prácticas, para ellos la teoría parece ser relleno. Además son seres delicados, con baja tolerancia al fracaso y la frustración, con autoestimas frágiles que pretenden compensar con actitudes agresivas y reclamatorias. Por eso hoy en día enseñar requiere una comprensión del fenómeno educativo y de las nuevas generaciones que sea amplia y que permita ver en qué y por qué se han transformado los estudiantes.
Muy atrás quedaron los tiempos en los que el profesor exigente era valorado. Hoy el profesor exigente es condenado a irse de la universidad o a convertirse en un profesor blando que hace lo que los estudiantes quieren. En este sentido hay que decir que la mercantilización no solo tiene que ver con los vínculos entre profesores y estudiantes sino con las situación laboral de los profesores. Quien decide hoy dedicarse a enseñar, debe tener claro que este es un trabajo que no enriquece a nadie, un trabajo exigente, mal pago en términos de dinero, pero con un plus de gratificaciones personales que es lo que lo hace atractivo. EL trabajo de enseñar no enriquece en términos de plata pero es una tarea titánica que exige del docente su mejor esfuerzo no solo como personas que se dedica a estudiar sino como ser humano que está en contacto con otros que están experimentando un proceso de aprendizaje y formación. Ser profesor implica estar actualizado y también trae consigo la tarea de observase permanentemente, de evaluarse y de trabajar por hacer las cosas cada vez mejor. De esta manera el ejercicio de enseñar es dinámico y permite la movilidad no solo de conocimientos sino de actitudes, emociones que es lo que lo hace más entretenido. En este sentido podría decir que nunca se termina de aprender a ser profesor. Este es un proceso duro, de todos los días, con sus altas y bajas, pero lo mejor, con grandes aprendizajes, lleno de posibilidades de replantearse y de ser otro, en una versión mejor, cada vez. Pero, toda esta mística docente tiene hoy validez, sentido?. Dada la mercantilización de la educación, unida al fenómeno de la precarización laboral de los profesores que se ven a obligados a convertirse en una máquina de enseñar o en un mercenario de clases que debe conseguir horas aquí y allá, un sujeto flexible, para poder juntar un sueldo medianamente digno. No se, pero para mí lo que le da sentido a la labor de enseñar es entender el oficio como un oficio maravilloso, como una pasión, algo que supera el hecho de ganarse la vida con eso, ser profesor siento que puede ser una forma de entender el mundo de aproximarse a la realidad. Ya al pasar al terreno de lo práctico, creo que hay que entender que hoy el fenómeno de la educación es diferente y hay que buscar la forma de entender hoy por qué va uno a la universidad, sea estudiante o profesor.
Prometo continuar ahondando en este diagnóstico mientras pienso mejor las soluciones a uan situación tan compleja.


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