lunes, 23 de febrero de 2009

El jardín en Chelsea de Joaquín Botero: ir a New York sin volar


Joaquín Botero es colombiano, periodista de la Universidad de Antioquia. Durante su estancia en New York se desempeñó como periodista, además de otros oficios varios como repartidor de domicilios, lavaplatos y ayudante en mercados y negocios de comida.
Su libro nos muestra su experiencia en New York, en esos trabajos diversos y malpagos que hacen los emigrantes y su relación con una ciudad mitificada y con una gran carga simbólica para el arte, como es la Gran Manzana.
El Jardín en Chelsea está contado en primera persona como si fuera una crónica de un colombiano en New York pero ¿cuándo puede uno preguntarse si es o no crónica? Tal vez cuando empieza a interesarse en las vidas de otros, cuando intenta escarbar en otras mentes solo a través de interpretar sus gestos, su forma de vestir, cuando empieza a especular sobre otros y sobre la misma ciudad, creo que ahí esta obra puede ser leída como novela.
La forma en que está contada esta historia es divertida y creo que el gran mérito es que lograr retratar a New York con tanto detalle en cuanto a su diversidad cultural y racial que a uno le parece tener claro cómo es vivir allá, sin haber ido nunca.
Creo que Botero logra, con un lenguaje sencillo, sin pretensiones de gran literatura, simplemente con la idea de contar su vivencia y ser fiel a sus percepciones, un relato verosímil, humano pero no con la profundidad, digamos psicológica, que yo esperaba. Se nota que Botero se dedicó a trabajar en cada capítulo con esmero aunque no todos hayan salido tan bien, en especial para mi, en los últimos me sentí agotada porque me pareció que no había innovación alguna sino que se repetía.
Creo que es meritorio que su historia no haya caído en esos lugares comunes de sexo, drogas, moda, fiestas, galerías, lanzamientos de libros y Rock en los que hubiera podido caer por ocurrir la historia en New York. También se aleja del estereotipo del inmigrante y propone una forma de ser extranjero que es conformista, casi estoica. Una actitud que explora esa otra cultura sabiendo con claridad el lugar que, por inmigrante, ocupa en ella. Tampoco cae en ese espacio frecuente del nostálgico de su país que lo idealiza. En este sentido Botero gana puntos.

Se nota la influencia de Gay Talese, así como es evidente también que Botero es gran cinéfilo con espíritu aventurero al explorar el cine coreano y el japonés referido en varios capítulos. Su admiración por las diferentes bellezas raciales da cuenta de su mente detallista y su ojo avizor para detectar la belleza. Capítulos para destacar a mi juicio: Sugra, Turcos, Cafés, Geografías, Novias, Comedia y Geografía.
Considero que es un buen libro, vale la pena leerlo porque se disfruta y con él se puede viajar hasta New York y por momentos sentir que casi se conocen sus calles y el olor de los cafés que sirve Joaquín en el Edén.

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