Para cuando salga esta columna, Joselito habrá muerto ya y la alegría del carnaval habrá pasado. Todos los años el sábado anterior al miércoles de ceniza que usualmente es a finales de febrero o principios de marzo se inicia en Barranquilla la fiesta más tradicional de la costa. Son unos días en los que las tradiciones africanas, indígenas, paganas y españolas convergen en una fiesta llena de color, declarada patrimonio oral e inmaterial de humanidad en 2003.
Los eventos más tradicionales son
Son emblemáticos los disfraces de carnaval que son los que permiten hacer el gran desorden y que quien quiera desordenarse sin ser visto encuentre el espacio perfecto. Los disfraces son muy coloridos y lindos el de Marimonda, Monocuco, Garabato, Rey Momo, Negrita Puloy.
El carnaval termina con la muerte de Joselito Carnaval el martes antes del miércoles de ceniza. Ese día se llora a Joselito y se da inicio al período de recogimiento de la cuaresma. Por eso los días de carnaval hay un desborde de todos los sentimientos: alegría, ira, tristeza, inconformidad. Las comparsas y carrozas critican la actualidad, la ironizan y la subvierten para producir risa. Obviamente también se da un desborde sexual que hace que cada año,
Esta es una fiesta a la que me gustaría ir. Creo que disfrutaría mucho de los desfiles y hasta me encantaría desfilar disfrazada en una comparsa como Disfrázate como quieras o La puntica Na ma. Creo que hay que estar en esos días en Barranquilla para experimentar el cambio en la atmósfera de la ciudad y en la actitud de la gente que sabe que en esos días el tiempo se dedica exclusivamente a la gozadera.
Me gusta el carnaval porque es una fiesta de tradición y más que un derroche de trago sin motivo, hay detrás un trasfondo ideológico interesante. Espero algún día estar allá en esos días ojala en compañía de mis amigas costeñas y participar de comidas típicas, los bailes y poder meterme más de lleno en la fiesta pero menos como turista y más como participante.
Mi fascinación por la costa y sus costumbres viene no solo por mi amistad con Mar y Mercedes Ortega, barranquilleras, sino porque un día descubrí mi afición por la percusión de tambores, y la música de la costa, por su influencia negra, está plagada de esos ritmos que me encantan. Si señores, yendo al carnaval quiero ser la costeña que no fui tomar ron, jugo de corozo, patacón con suero, posta de sierra y comer alegría. Espero poder estar allá. Porque estoy segura de que quien lo vive es quien lo goza.
PSICÓLOGA PONTIFICA UNIVERSIDAD JAVERIANA
MAGISTER LITERATURA HISPANOAMERICANA INSTITUTO CARO Y CUERVO
Columna publicada el miércoles 25 de febrero de 2009 en el diario El Nuevo Día de Ibagué
1 comentario:
si me eligen de presidente..regalo la costa ..se la podemos regalra a Chavez....y a panama...de costeños no se hace nada...solamente dejaria La guajira ..lo demas aja..pa el carajo
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